En este caso se trata de Adrián Morales, es de la zona donde se encuentra emplazado el Club Villa Elvira, que nació y se crió en 75 entre 121 y 122. Recordó la fuga de Robledo Puch, los carnavales de verano, los torneos de fútbol y de penales. Cerró con una tremenda historia en época de la dictadura.
“Nací en Villa Elvira hace casi 60 años; cuando sus calles aún eran tierra y zanjas; donde buscábamos ranas y sapitos con cola y cazábamos bichitos de luz; en las noches” contó Morales y recordó que, en su cuadra, por las noches, solamente era alumbrada por una lamparita en cada esquina.
Sus recuerdos lo llevaron al momento justo donde Villa Elvira se convirtió en suceso nacional porque el múltiple asesino, Robledo Puch, el 7 de junio de 1973 se escapó de la unidad penitenciaria ubicada en 10 y 76.
“Mi casita paterna, de la que hoy poco queda de ella, desde su pequeño paredón de casa; en otoño e invierno cuando las hojas de los árboles caían se podía ver la luz de la Unidad Carcelaria Nro. 9 y eso un poco me asustaba, porque los grandes contaban que hay estaba el asesino serial Robledo Puch y un día se había logrado escapar de la cárcel y puso a todo el barrio en vilo; muchos vecinos no durmieron hasta que lo recapturaron” explicó.
“En lo futbolístico aparte de las calles de tierra y las veredas había cada dos cuadras un potrero; uno lo tenía enfrente de casa, pero para partidos más numerosos íbamos al campito de Comiti en calle 74 entre 120 y 121 y allí los barrio contra barrio que se jugaban y, casi siempre, se ponían muy picantes. Muchos terminaban a las piñas y a los piedrazos” recordó Adrián.
En un paseo por sus recuerdo, Morales apeló a la rica historia futbolera cuando el Club Deportivo La Plata, representaba a la localidad en la Liga Amateur Platense de Futbol y hacía de local en 115 entre 73 y 74 donde años más tarde hicieron el Barrio PAMI.
“Lo que más me gustaba era cuando llegaba el carnaval; a la tarde todos nos divertimos y jugábamos chicos y grandes a puro baldazo y bombitas de agua; hoy seguramente si lo hiciéramos alguien nos denunciaría por violencia de genero; porque las guerras acuáticas siempre se caracterizó en ser hombres vs mujeres” afirmó y añadió que “después de la batalla de agua, luego de bañarnos, nos íbamos al Club Villa Elvira; era ya un llamado tipo canto de sirenas las canciones a todo volumen de Sabu; Trocha Angosta; Tormenta y otros con las cuales se anunciaba que ya habían empezado las Kermeses de Carnaval que organizaba el Club”.
Entre el agua perfumada y el papel picado que se arrojaba, se hacían los viejos torneos o concursos de disfraces del carnaval. “Debe haber sido en el 70 o el 71 donde mi hermana Susana me hizo un disfraz precioso de Barman y salí injustamente 2do por que un pibe vestido de un mediocre zorro me arrebató injustamente el primer lugar; es cierto sus amigos lo aplaudieron más fuerte; pero hasta hoy 50 años después nadie me saca de la cabeza que era el "acomodado" de algún dirigente del Club”.
Al respecto, Morales continuó y dijo que “cuando fui creciendo participe en torneos de penales nocturnos que el Club organizaba; a la tarde iba a jugar al metegol y al ajedrez con Don Soria o el Tucumán Miguel; y al Billar con mi querido amigo y siempre recordado “negrito” Gustavo Canale a veces se sumaban mi primo Guito y el Tucu Enrique”.
El recuerdo de los momos de fin de año invadió la cabeza de Adrián que lanzó varias anécdotas juntas: “En los fin de años en Villa Elvira donde los muñecos más populares para quemar el 31 de diciembre a las 0.00 hs eran el de 120 y 75 organizado por el almacén Nicola y otros comerciantes de la zona; y el de la casa de La Palmera de 74 entre 121 y 122 esos muñecos para mí eran enormes; hubo muchos; cada año uno distinto. El mejor fue un King Kong con una chica en su mano que tenía luces en sus ojos; estaba espectacular ese muñeco daba pena quemarlo”.
En este caso, Morales como muchos otros vecinos, rememoró la vieja estafeta postar de 120 y 78, en donde la gente iba a mandar sus cartas y también a hablar por teléfono porque hace muchos años tener un teléfono en el hogar era realmente imposible.
“Si hablamos de otros comercios del barrio caracterizado era la semilleria de la tana Angelita de la esquina de casa que luego agregó el rubro juguetería, la gallega de 122 donde siempre compraba los mapas y demás útiles escolares; el almacén de Bidondo y en la esquina estaba el Bar Betinotti donde los grandes que sabían jugar al villar o a las 20 de verdad hacían sus fantasías; mientras nosotros íbamos a jugar unos fichines al primer flypper del barrio y parábamos en el kiosco de 73 donde tenía figuritas y álbum de lo que pidas”.
De su juventud, Adrián Morales contó sobre un allanamiento en épocas de dictadura en un almacén de la zona donde en épocas que escaseaba el azúcar, el comerciante había decido dejar almacenados unos cuantos kilos.
“Fue en el Almacén de Don Jaime de 74 y 120 cuando le descubrieron cientos de kilos que tenía acobachados. Los milicos lo obligaron a venderlo todos en un solo día a un kilo por persona, se hacían colas interminables y el gallego y su esposa tuvieron que vender, con caras de pocos amigos, toda la azúcar que tenían amarrocada en su depósito”.
“En ese Almacén de Don Jaime, sobre calle 74, los militares mataron a una persona, la acribillaron en el lugar y les dijeron a los que estaban presentes que era un subversivo no merecía vivir. Eso ya es parte de otra historia de Villa Elvira; la negra y oscura historia de la localidad". finalizó.