El hermano del Padre Carlos Cajade es finalista del concurso de cartas manuscritas "Palabras mayores" que tienen grandes premios y necesita del voto del pueblo de Villa Elvira y de la ciudad de La Plata.
La fórmula es muy sencilla, hay que entrar el link https://culturainquieta.com/es/inspiring/item/19408-las-30-cartas-finalistas-del-concurso-de-literatura-palabras-mayores.html y allí buscar en número 10 y hacer click al final del cuento en el corazón.
Entre todos podemos ayudar al hermano de nuestro querido Carlos Cajade que tanto hizo por Villa Elvira.
Este es el manuscrito por el cual compite Mario Cajade para alcanzar algunos de los premios que entrega la competencia internacional.
"La Plata, 11 de abril de 2022.-
Pasaron tantos años y lo recuerdo como si fuera hoy. Faltaban seis días para el domingo que todos esperábamos con gran ansiedad. No era para menos, después del almuerzo mi madre abriría por fin esa lata de duraznos que estaba enfriándose en la heladera.
En aquellos tiempos a “ciertos gustos”, sólo accedían quienes tenían una capacidad económica holgada y, para mi familia, eran épocas realmente difíciles. Mi madre se había enviudado con cinco hijos: José 15, Raúl 14, Carlos de 10, Teresita de 2, y yo de ocho años. A fin de mes llegábamos con lo justo y con mucho sacrificio. Por eso fue llamativa la compra de esos duraznos. ¡Ojo con abrir esa lata, es para el domingo! Repetía constantemente cada vez que preguntábamos por ese postre tan deseado.
La lata de duraznos pasó a ser el centro de atención en la casa. Al desconfiar uno de otros abríamos la heladera varias veces por día para cerciorarnos de que continuara intacta en su lugar. El jueves comenzaron los ruegos para que abriera la lata, pero lamentablemente no logramos conmover a mi madre.
Y al fin llegó el día. Nos levantamos y concurrimos a misa sin probar bocado, respetando el ayuno de tres horas para poder comulgar. Pero antes de salir todos revisamos la heladera para comprobar que todo estaba en orden.
En el almuerzo, comimos polenta con salsa, menú frecuente por lo económico. La devoramos en un instante. Esperábamos ávidos el bendito postre. Mi madre recogió los platos y repartió unas compoteras de vidrio. Fue hasta la heladera y apoyó la lata sobre la mesa, ante nuestra atenta mirada. Fijó sus ojos con gesto de asombro durante unos segundos en el interior de la lata. Nos levantamos como resorte y nos amontonamos para ver qué sucedía... Fue devastador, los duraznos estaban achicharrados y secos.
Poco tardó ella en descubrir que el fondo de la lata tenía un considerable agujero. La cosa estaba clara. Alguien había perforado el fondo, se había tomado todo el jugo dejando los duraznos en estado deplorable. Se había cometido la profanación perfecta y lo peor sin culpables. Qué amargura!!
Unos meses después en una reunión familiar, fue mi abuela Anita quien contó la travesura, ante la risa de todos, mientras Raúl hacía ademanes desesperados para hacerla callar.
Por suerte la verdad había salido a la luz. Raúl con la cabeza gacha no se atrevía a mirarnos a la cara, mientras nosotros masticando rabia recordábamos ese triste domingo sin postre.
Mario Cajade"